Esta es la Oda a las cosas que odiamos. Las que nos hacen
que nos salgan arrugas en la frente y que se nos ponga mala cara. Que se nos
revuelva el estómago y nos hierva la sangre. Las que hacen que gritemos de
rabia e incluso que a veces lloremos de impotencia.
Esas cosas que odiamos. Que son memeces pero que nos hacen
daño.
Vuelve septiembre y parece que nos pagan por quejarnos. O
más bien quizás nos quejamos porque una vez no elegimos bien a lo que queríamos
dedicar nuestro tiempo de trabajo. Y ahora parece que solo queda resignarnos en
lugar de optar por verle el lado bueno y buscar una solución al malo.
Yo ahora me encuentro en uno de esos momentos de la vida en
los que toca ver qué opciones tienes, plantearte qué quieres hacer, y crear
opciones en el caso de que no existan. (Aunque estos momentos no deberían ser
puntuales en la vida de alguien sino continuos. Así sabríamos si estamos
haciendo lo correcto en cada momento). Pero esto ya es otra historia.
Como decía, vuelve septiembre, ¡y qué alegría!
Si no volviera mala cosa, se podría haber ido con otra y ya
no querer ni saludar cuando nos lo cruzáramos por la calle.
Pero la cosa no va solo de septiembre. Va de las cosas que
odiamos y que hacen rechinar nuestros oídos.
Son esas memeces que hasta al más callado hacen gritar. Que
al calmado desesperan.
Para mí tienen algo de enigma, porque prefiero la rabia a la
tristeza.
Ninguna de las dos es deseada pero la rabia en cierta medida
la veo necesaria, la tristeza no. La rabia surge del inconformismo, de la
desesperación causada por algo que no nos gusta. Me gusta si ello conlleva a
buscar solución, no protestar por protestar.
Si haces una lista de las cosas que “odias”, que te enfadan
o hacen desesperar quizás descubras que no son pocas. Y quizás descubras
también que algunas son memeces. Cosas sin importancia que te importan
demasiado.
Entre la lista de palabras se colarán algunas que no
dependen de ti, pero que te dan rabia, mucha rabia.
Mi consejo es que hagas lo que puedas por cambiarlo (AUNQUE SEA
EN UNA MÍNIMA PORCIÓN). Y que aprendas a vivir con aquello que no puedes
cambiar, pues sino vivirás con ello y con la cara arrugada del descontento.
("Si tienes un problema y lo puedes cambiar ¿por qué te
afliges? Y si no lo puedes cambiar ¿por qué te afliges?")
Yo también me tengo que aplicar el cuento. Para empezar
porque hice una lista sin acabar el verano pasado y este año me da pereza
seguirla de solo pensar cuantas absurdeces hacen que me salgan arrugas en la
frente. Por eso la clave es esta frase:
“Yo no odio a nadie/nada; eso sería concederle demasiada
importancia.”
Que la rabia sirva para cambiar cosas. Buen comienzo de mes.
Bienvenido a casa, amado septiembre.
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