31 ago 2013

París

Reescribo lo que escribí el lunes 19 de este mes:

Siempre me ha parecido que las personas que han vivido en un pueblo tienen una sensibilidad de la que el resto carece.

Vivir durante un tiempo alejado de las grandes avenidas, las prisas de desconocidos y los parpadeos de semáforos te hace ser consciente de la brisa del viento. El valor de un minuto y los “buenos días” del señor de la panadería.

Estoy de viaje justo hace una semana. Me queda una semana y dos días para volver y escribo esto a orillas del Sena. En la ciudad que alguno bautizó como “la del amor”. Y yo justo en el puente de los candados.

Durante la semana pasada estuvimos visitando muchos pueblos del Valle del Loira.

Son de ensueño los castillos y las flores que adornan cada una de sus calles. Y cada cual mejor todas y cada una de sus iglesias y catedrales.

Hacen que cada foto sea enmarcable para decorar la pared del pasillo de cualquier casa.


(Castillo de Sully) 

Pero hoy, al regresar a París tras 9años, me he sentido como en ma maison.

Como digo, el Valle del Loira es precioso. Pero llegó un punto en el que pensé: “Sí, esto está muy bien, pero es todo igual. Puente y flores everywhere.”

Hoy en cambio, al llegar a París y pasear por las calles he descubierto una cosa. Soy más de ciudad que de pueblo pequeño.

Los pueblos están bien para una temporada y son bien necesarios. Pero nada como la ciudad para sentirme como en casa.


Las ciudades son concentraciones de gente, cada una andando en una dirección. Y los días en los que pierdes el sentido, la mejor técnica es pasear sin rumbo en una gran ciudad.

Entre turistas y autóctonos. Algunos que se quedan, otros que se van. Los que están de paso y los que acaban de llegar.

Ver que hay miles de desconocidos por conocer. Lo diferentes que somos y lo que nos parecemos en otros aspectos. Sentir la inmensidad. Descubrir que eres uno más igual y distinto a los demás.

Es una metáfora de la vida que siempre me ha fascinado. Y esto solo lo puedes sentir en la ciudad. 

2 ago 2013

Del minimalismo y de lo estético

Hoy os hablaré del blanco y del negro, del minimalismo y de lo estético. 

Esta tarde se planteaba muy productiva, y realmente lo ha sido. Pero a pesar de tener más cosas pendientes mi cabeza me pedía parar. Dejarla en blanco solo a la expectativa contemplativa de cualidades artísticas puras. 


Hace cuatro semanas hice un reportaje sobre mi nueva libreta con idea de postearlo. Pero me olvidé el cable de la cámara y las fotos no están guardadas en la memoria, así que el post tendrá que esperar. 

Vivimos en un mundo de Instagram. En un mundo en el que ir al teatro o escuchar ópera te da clase. 

Un mundo en el que ponemos filtros a las fotos de nuestros pies para que resalte el color de nuestro pintauñas con la arena y el levante del océano.

Cuando vamos a un restaurante de lujo los platos son grandes y la comida servida cabe en una cuchara sopera.

En el que si sabes cocinar sumas puntos en la lista de ser "cool" porque ya todo el mundo come precocinado si no puede recurrir a comer en casa de la abuela.


Y de lo que tenía ganas esta tarde era de tirarmela a la contemplativa. 

Por un instante pensé en buscar una buena película. Pero al instante me dí cuenta de que no era eso. ¿Música clásica? tampoco. 


A lo que me refería era a cerrar los ojos y escuchar cómo el viento mueve las hojas del jardín en el que me encuentro. 


Yves Saint Laurent decía que 
"Todo hombre necesita espíritus estéticos para vivir." 

Algunos me diréis, normal, vivía de eso. Pero a pesar de ello yo guardo esta cita desde hace un año porque me parece que como seres materiales que somos tiene gran parte de verdad. Y como seres no materiales (que sentimos, expiramos e inspiramos, nos contagiamos con carcajadas y las lágrimas de otros nos hacen nudos en la garganta) también tiene la otra parte de verdad.

Yo particularmente tengo Instagram pero con una sola foto. Cuando tenía Black Berry solo quería cambiar de móvil para tenerlo y ahora mi escusa es "tengo Instagram pero no lo sé utilizar". (Aunque más bien es "me hice Instagram pero me da pereza")

Pero a pesar de ello me gusta esta moda de lo estético. Creo que hemos llegado a un punto en la sociedad en la que todo se nos muestra como efímero, rápido y voraz. Y como seres no solo materiales que somos (aunque a veces no nos demos cuenta) buscamos un algo más que nos proporcione calma, tranquilidad y quietud. 

La fotografía es una forma de tratar de capturar aquello que no podemos guardar, que es el instante. 

También suele haber cierto agrado por lo joven, pues suele ser sinónimo de vigorosidad, alegría intrínseca y sueños pendientes a realizar. Aunque quiero querer ver que cada vez se está tendiendo a ver belleza en lo antiguo o viejo, pues es sinónimo de historia vivida y sabiduría pura.


Y por eso hoy hago un llamamiento a favor de los seres estéticos. Creo que tratar de ver más allá de lo figurativo es bueno. Que ver en cada instante un destello de belleza es esencial. 

El único error de todo esto puede ser obsesionarse con ello, (La obsesión nunca fue buena en nada ni con nada). 

O tratar de hacerlo para demostrar a otro lo guay/cool/hipster/moderno/__________(ponga aquí el calificativo que quiera) que somos. En tal caso no lo estaremos haciendo por convencimiento propio sino tratando de mostrar a otro aquello que supuestamente nos hace feliz, cuando en su lugar es todo lo contrario y basamos nuestra felicidad en el reconocimiento de los otros. Algo de lo que peca mucho nuestra sociedad, aquella de la que tanto tú como yo somos parte.

Por eso desde mi humilde, o no, consejo, disfruta con lo que te gusta. 

Ojalá tendamos a la vuelta a lo natural pero de verdad, no de escaparate para fuera.




[Fotos: masquemoda ]