18 feb 2012

Hoy me voy a sincerar,

porque creo que merece la pena. Hace unos meses empezamos un año nuevo y tras pasar por una época de la vie en rose vino la bajada de la montaña rusa y su derivado apretón de mandíbula. Sonrisa cual monalisa, expresión del agobio más que de la risa. Me había dado cuenta de muchas cosas que quería cambiar o conseguir este año. No había quien me pudiera, todo era alegría y positivismo. Cree varias listas mentales de propósitos y tenía claro que iba a llevar a cabo TODOS y cada uno de ellos. Así. De sopetón. YA, en este mismo instante. Cogiendo el toro por los cuernos y con resultados de la noche a la mañana. Porque yo lo valgo ¡OLÉ YO! 


¿Y qué pasa? pues que las cosas de palacio van despacio. 


Pero yo seguía convencida de mi plan, que no era un plan sino una idea abstracta de querer mejorar todo. Sin interiorizar aquella frase que me dijeron que decía "quería ser algo en la vida, debí ser más concreta." Y encima de abarcar todo, eso no me bastaba, los resultados los quería no para hoy, sino para ayer.


¿Consecuencia? Un empache de helado (véase el símil) como dije en el post del jueves. Frustración creo que es la palabra. No veía resultados y ya no le veía sentido a nada. Sabía que mi preocupación era una absurdez y que el empacho sería pasajero, pero no sabía como salir de ese bucle, porque aunque absurdo, para mi tenía su importancia y el echo de pensarlo solo hacía que que el empacho de ideas fuera mayor. Dejar de pensar implicaba apartar hacia un lado eso que me preocupaba para mirar hacia otro, pero en cuanto mirara de reojo el montón de papeles seguiría allí. 


(Para los que no sabéis la historia, en Año Nuevo es costumbre que mis abuelos maternos regalen a todos los tíos un calendario en el que viene una frase por día. En ese momento, todos nos lanzamos a lo bruto para leer la frase de nuestro cumpleaños, a la que yo trato de dar sentido cada año.)


Y todo tenía mucho que ver con mi frase de este año "La felicidad consta de tantas partes que siempre falta alguna."


Los que me seguís en twitter sabréis que cuando la leí dije "¡vaya tela carmela! y ahora ¿qué me va a pasar este año?" "vaya frase triste, me podía haber tocado otra más mona" Y comentándolo con una de mis tías, ella me dijo: no es triste, a lo que se refiere es que la felicidad no es tener todo genial, sino saber disfrutar de lo que tienes. Siempre va a haber un pero, y de lo que se trata es de no recrearnos en él sino de vivir la infinidad de cosas que el "pero" no abarca.


Hace dos años mi madre me dijo que yo a veces era un poco inconformista y que los inconformistas que no cambian, nunca serán felices. Yo esa tarde me negué en rotundo a admitir aquello, pero en medio de mi negación recuerdo que dos profundas lágrimas brotaron de mis ojos y cayeron sobre mis mejillas golpeando el suelo y dejando calado mi corazón de estas palabras. Sé que puede sonar muy poético pero fue así, gracias a esa conversación pude conocer algo más de mi.


Y ayer llegué a comprender toda esta situación, ya no tenía más ganas de hablarlo con nadie más, no quería más consejos, no quería más opiniones de otros, solo quería salir de ese bucle en el que llevaba un mes y algo más. Intentado olvidar el tema, decidí dejar de hacer planes y vivir de verdad. Y aquella tarde, sin previo aviso, hablando de temas que aparentemente no tenían nada que ver. 
Me abrieron los ojos al hacerme ver que las cosas que no nos agradan demasiado no pasan porque tengan un sentido, sino que simplemente pasan y nosotros tenemos que tratar de darles ese sentido. Así que era absurdo seguir recreando esa melancolía absurda que ocupaba mis entrañas, esa situación no tenía un porqué pasar, sino que yo era la que estaba decidiendo seguir estancada en esa oscuridad.


Y esta mañana leía la carta de cumpleaños que escribía hoy @ferclaro. Aquí un fragmento que me gustó:

 "La vida me ha dejado disfrutar de todo cuanto he querido, pero de vez en cuando me ha enseñado que no todo es bueno y bonito.
Todos pensamos que somos especiales y únicos y es totalmente cierto, es un pensamiento extendido. Yo no pienso que sea especial, pero sé que siento las cosas muy fuerte y con fundamentos. Eso te hace estar en una especie de montaña rusa… Lo bueno te hace disfrutar como un jodido crío toda tu vida. Lo malo te revienta el alma durante un tiempo, hasta que la herida cicatrice.
Se puede decir, que el tipo de personas como yo, somos catalizadores de las emociones propias.  Y como tales, solo tener muchas experiencias buenas y malas, asegurará el control y la gestión de las emociones y no volvernos locos. Al final de este proceso, te haces un tipo fuerte, que sabe sufrir porque sabe que lo bueno siempre espera a la vuelta de la esquina… Fuerte, que sabe sufrir y que solo busca la gloria, es metafóricamente, un ciclista! jajaja
Aquellos que son como yo, siempre estarán pensando que necesitan algo más en la vida, o pensaran que hay etapas en las que necesitan que el tiempo  pase rápido para llegar al otro puerto.
Pues bien, te va a pasar toda tu jodida existencia: eres un inconformista y esa sensación no va a cambiar, tengas lo que tengas y hagas lo que hagas. Siempre necesitarás “algo más"
Lo mejor que podemos hacer, es aprender a ser feliz con todo y cumplir con nosotros mismos. Tu sabes que tu teoría es buena, solo intenta cumplirla y recuerda una cosa: Solo el que sabe ser feliz con todo, puede ser feliz siempre!"
Y encima la frase de hoy también va en consonancia con el tema: 




« Ninguno es responsable de todas las cosas que le ocurren, pero sí de la reacción cuando ocurren. »

Dejarse llevar por las emociones hace que estas nos posean en lugar de nosotros a ellas. Ni la vida es rosa ni es negra, por eso hay infinitas tonalidades y estampados diversos.


Es verdad que hay helados de fresa y de chocolate, pero nosotros somos los que decidimos cuál tomamos o si nos mantenemos al margen o cogemos un cólico. 

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